«Callar… y dejar hablar a la memoria», Alfonso Boix

Alfonso Boix Jovaní

Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad Jaume I de Castellón y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia

Creo que el documental «Bienvenido, Mr. Heston» posee gran valor no sólo por el contenido de los testimonios que ofrece, sino especialmente por su original enfoque, que lo acerca más a la antropología o a los estudios de folclore que al mero documental donde se ofrecen datos sobre el reparto, cifras, características técnicas, etc.

Así como, antiguamente, un gran acontecimiento dejaba memoria en un lugar, transmitiéndose oralmente de generación en generación, los habitantes de Torrelobatón vieron el rodaje de «El Cid» en sus tierras, y vieron llegar a toda aquella gente casi como quien ve llegar extraterrestres. ¿No es así como se generaban antaño las grandes leyendas? Esos testimonios orales, «de segunda fila», que estaban condenados a perderse con la paulatina desaparición de los testigos, son los que recoge «Bienvenido Mr. Heston».

Este arriesgado enfoque logra, por ello, lo que otros no obtendrían: el espectador, que podría verse tentado a pensar que aquella gente no eran más que medio analfabetos de una España en plena dictadura, no tardará en descubrir que los años no han borrado ese brillo que se ilumina en los ojos de estos ancianos al rememorar cómo vieron a Sofía Loren o a Charlton Heston. Y es entonces cuando nos hacemos partícipes directos de la experiencia al volver a ser aquellos niños que, embobados, escuchábamos a nuestra abuelita contarnos cuentos; en este caso, no es de dragones y hadas, sino de actores, actrices y cine, lo cual no deja de ser sino lo que resulta mágico para los adultos. Y, así, «Bienvenido, Mr. Heston» revela su verdadera naturaleza: se trata un cuento para adultos narrado a la manera tradicional por aquellos que no nos ofrecen datos fríos encuadernados en tapa dura, sino con la calidez del corazón convertida en palabra, hasta lograr que también nos brillen los ojos, e incluso se nos escape alguna lágrima. Los directores, como nuevos hermanos Grimm, han sabido bien cómo hacerlo: sabían que sólo tenían que callar… y dejar hablar a la memoria.